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Hola, estoy peor
- 06/01/2022
- Publicado por: Carlos Giménez Donoso
- Categoría: General

¿Te influye cómo evolucionan tus pacientes?
¿Alguna vez te has planteado cómo te influye el estado en el que llega un paciente a consulta? A no ser que seas una de esas personas frías como el hielo (y en cuyo caso dudo que hayas elegido dedicarte a una profesión como la nuestra), estoy seguro de que las respuestas de tus pacientes tienen un impacto en tu estado emocional. El debate quizá lo debamos centrar más en si somos conscientes de ese impacto y en cómo lo manejamos.
Cuando un paciente llega a consulta y te cuenta que todo ha ido bien, que se encuentra mejor y está muy contento, lo más normal es que te alegres, te sientas satisfecho con el trabajo realizado y se te dibuje una sonrisa en la cara. Pero, como todo en la vida, cuando más se aprende no es cuando las cosas salen bien. Así que, o eres una persona muy autocrítica, o este impacto emocional positivo pasará sin pena ni gloria a engordar tu cuenta de satisfacciones profesionales.
Sin embargo, cuando el paciente llega a consulta y te dice que no se encuentra bien, que no sólo no ha notado ningún alivio desde la última vez que os visteis, sino que se encuentra peor, me da que no se te va a dibujar esa sonrisa triunfal en la cara. Aquí, cada uno en función de la situación concreta reaccionará de una manera determinada, y es aquí donde creo que es importante que aprendamos a autoanalizarnos y conocernos mejor a nosotros mismos, para poder responder de la forma más diligente en cada situación.
– Quizá seas de los que se autoflagelan en exceso, te vengas abajo y empieces a pensar que tú no sirves para esto, que no sabes como ayudar a las personas, y que todo es un desastre. Seguro que ese referente al que sigues por las redes sociales no hubiese fallado. Tienes que estudiar más y necesitas hacer más formación.
– Tal vez seas de los que nunca se equivocan y, si el paciente no ha mejorado, tienes muy claro que algo habrá hecho para que lo que tú planteaste no haya dado un buen resultado. Seguramente no haya hecho los ejercicios, o los haya hecho mal. Vas a empezar a indagar porque algo ha tenido que hacer mal, al fin y al cabo cada uno es responsable de su propia salud; tú ya has hecho lo que tenías que hacer.
– Puede que seas de esas personas centradas en buscar soluciones y no problemas, e inmediatamente tu cabeza empiece a pensar qué puedes hacer hoy para revertir esa situación. Te planteas valorar otra posibilidad, aplicar otra intervención, dar un giro de 180º a tu planteamiento; rápidamente te pones manos a la obra.
Puede que te sientas identificado con alguna de estas caricaturas, o quizá con todas dependiendo del día. Desde mi punto de vista, y desde la experiencia de haber pasado por todas estas reacciones (y seguir haciéndolo todas las semanas), lo que tienen en común todas ellas es la falta de presente y el exceso de reactividad.
Hablamos mucho de las expectativas de los pacientes, pero no hablamos tanto de nuestras expectativas de resultados ante nuestras intervenciones. Es humano tener expectativas, no estoy diciendo que haya que eliminarlas, pero sí ser conscientes de ellas y saber dejarlas a un lado cuando toca.
Una de las estrategias para intentar reducir el exceso de reactividad y mantenerme más centrado en el momento presente es que antes de cada consulta intento tomarme unos segundos de interiorización, poner en blanco mi hoja de expectativas. Esto me ayuda a estar preparado para responder en función de la realidad que me cuenta el paciente, y no en función de cómo esa realidad que me cuenta confronta con la realidad que yo esperaba encontrar.
Si te apetece, en otra entrada hablaré sobre qué otras estrategias me parecen interesantes para mantener el control cuando las cosas no van como esperabas.