Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.
Como dice el aforismo griego, conócete a ti mismo…
Como fisioterapeutas, intentamos formarnos lo mejor posible para adquirir las máximas competencias posibles en los tres pilares que conforman nuestra profesión: el ejercicio terapéutico, las terapias manuales y la educación. Sin embargo, no podemos olvidar que, ante todo, nuestra intervención terapéutica es una relación humana.
A nuestra consulta no llega un trozo de cuerpo dañado que tenemos que reparar y que cuando está listo viene el propietario a recogerlo. A nuestra consulta llega una persona, y una persona es una realidad compleja. De eso trata el modelo biopsicosocial, de tener en cuenta la complejidad del ser humano que tenemos delante. Y sin duda, cuanto más capaces seamos de adoptar esa perspectiva, mejor. Sin embargo, tengo la impresión de que a veces olvidamos que esa persona compleja que entra por la puerta, es recibida por otra persona igual de compleja, tú mismo. A veces no le damos la suficiente importancia a esta parte de la ecuación. Nos centramos mucho en adquirir herramientas y competencias diagnósticas, terapéuticas e intentar comprender a la persona que está delante, pero nos olvidamos de nosotros mismos. ¿Dedicamos tiempo suficiente a comprendernos mejor en nuestro rol de terapeutas?
¿Te has planteado alguna vez cómo te influye y por qué respondes como lo haces a ciertos comportamientos de tus pacientes?
Ponte en situación: segunda visita con un paciente que acudía por un problema de dolor.
—¿Qué tal estás?— pregunta de rigor en una sesión de revisión.
—Pues estoy fatal, llevo una semana con más dolor y no he pegado ojo las dos últimas noches— respuesta que a nadie le gusta escuchar.
¿Cómo reaccionamos ante esta respuesta? Seguramente hay múltiples posibilidades. Puede que nos haga sentir culpables por no haber conseguido ayudar, puede que nos sintamos atacados e intentemos defendernos culpando al paciente por no haber hecho lo que tenía que hacer, puede que nos sintamos frustrados y nuestra autoestima se resienta, “no soy un buen fisio”, puede que nos haga tirar la toalla con ese paciente “total, no tiene solución…”.
Lo que me gustaría destacar aquí, es que la respuesta del paciente es la que es, pero las interpretaciones que hacemos de ella son nuestra responsabilidad. Muchas veces, hacemos una interpretación basada en una creencia propia y eso genera una reacción inmediata por nuestra parte. Sin embargo, si tomas distancia y sigues preguntando, quizá te des cuenta de que en realidad no ha dormido los últimos días porque tiene a uno de sus hijos enfermo, y que en lo que respecta a ti, está muy contento con el programa de tratamiento que estáis llevando a cabo. O quizá descubras que si sigues preguntando y re-evaluando, no está tan mal como te ha parecido en un principio, hay cosas que han mejorado, pero no les está dando importancia porque sigue centrado en lo que todavía no está bien. Y así podría seguir con multitud de posibilidades. ¿Puedes imaginar cómo esa relación puede encaminarse hacia rumbos muy diferentes en función de cómo tú reaccionas a una simple frase?
Creo que es importante que en nuestro proceso de construcción profesional, nos tengamos en cuenta a nosotros mismos. Dediquemos esfuerzos a conocernos mejor, a identificar nuestras propias creencias, a identificar qué emociones nos despiertan ciertas interacciones con los pacientes. Pienso que es importante desarrollar una cierta capacidad “mindful” de dar un paso atrás, dejar espacio para analizar esa emoción, de dónde surge, y poder elaborar una respuesta lo más constructiva posible para resolver el problema que tienes delante. Al fin y al cabo, no deberíamos olvidar que nuestra misión en esa relación terapéutica es la de guiar y acompañar a la otra persona en las mejores soluciones disponibles para resolver ese problema concreto, no tanto satisfacer nuestro ego.
Las relaciones personales no son fáciles, pero desde luego que si aplicamos el “conócete a ti mismo”, habremos avanzado un poquito más en hacerlas más sencillas.
Leer tu artículo fue muy divertido.. Renata Pierce Uzzial
Interesante leer este post y ser consciente de esa parte de la ecuación, como bien describes, que somos nosotros mismos y como, una misma frase podemos interpretarla de múltiples maneras en función de nuestras vivencias, expectativas o simplemente de como se nos haya dado el día o la semana. Gracias por tu labor divulgativa
Gracias por tu comentario María Luisa. Me alegra ver que no son sólo divagaciones vacías y que hay más gente como tú que considera importantes estos temas. ¡Un saludo!